El Palto Un tío genial, impaciente y revoltoso. Una combinación que en tiempo de Covid lock-down hizo sus estragos a diestra y siniestra. Nuestro protagonista – Sergio – vive en un edificio de solo 5 pisos situado en una calle relativamente angosta del gran Santiago. Una calle in salida situada justo a un lado del estacionamiento para los coches. Tiene un espacio bastante grande para los autos del edificio, así como también para los debidos carteles: -No estacionar aquí, Mantenga el lugar limpio. Un par de frondosos paltos están allí presentes para dar sombra y frutas. Unos árboles milenarios como dice Pocholo, el jardinero. Los peatones pueden llegar a la calle principal donde hay un par de Boticas, un bar-restaurant y el infaltable Kiosko de diarios, solo cruzando la calle apurados después de mirar a izquierda y derecha. Una aventura para saltarse las reglas el lockdown . Y que durante lo más agresivo del lock-down había que tener precauciones con el carabinero de turno. Pocholo caminaba hasta la esquina y hacía de espía para los impacientes que querían aventurarse a comprar el diario u otros menesteres alcohólicos. Bueno a cumplir con los reglamentos dictados. Uno de ellos era que estaba prohibido mirar por la ventana en la mañana sino ¿Qué hacer por la tarde? Así pasan los días y mirando al palto más cercano ya se ven sus frutos creciendo y ya llegará el tiempo de cosechar. Se ven cada vez más bonitas… El tiempo vuela y Pocholo ya cosechó la gran mayoría. Miro (por la tarde) a mi “palto” y veo una palta hermosa, brillante, negra. Me torea con su belleza y su probable exquisito sabor. ¡Demasiada alta y olvidada por el jardinero! Mi balcón francés me permite solo mirar hacia fuera y admirar el fruto este. A pensar y ver la manera de cosechar esta fruta sin llamar la atención, de forma fácil y que no se pierda en el vacío y quede hecha como guacamole con hormigas antes de tiempo. Un palo de escoba con su tarro receptor. Buscando los materiales complete la obra de arte en minutos. Al balcón, afirmarse bien, fijarse si no hay mirones y a probar. El mango de la escoba no cubre la distancia hasta la palta. La tome por “la chasca” y casi casi la alcanzo. Todo esto acompañado de balanceos peligrosos en el balcón, medio cuerpo al aire, brazos extendidos y falta de aliento en unos cuantos minutos. Merde. Sigo pensando, el sol al caer y ya la obscuridad no dejara más intentos de cazar la pieza. Me resigno y mañana mismo sí que la saco. La noche larga, la impaciencia no me deja dormir sigo diseñando el palo mágico que me hará dueño de una palta. La solución hacer uso de mis cañas de pescar seguro que con dos me las apaño. Biennnnn , uní la caña sin puntera con el “cuerpo” de la otra y se me convirtió casi en un ser vivo dispuesto a pescar paltas. Colgando del balcón, empiezo a maniobrar y casi tengo la palta en el tarrito – los diminutivos en este país del cono sur son una manera de hablar y todo se convierte en cosita chiquitita, tecito ( apetito no sigue la regla y los invitados de piedra jamás comen poquito – con un esfuerzo y alargamiento de extremidades, torso brazos y cañita lo logro. La palta cae en el tarro, yo en equilibrio inestable y maniobrando la caña que casi quebrandose sostiene el tarro y su preciado ocupante. Piernas, torso y cuerpo retroceden y ya dejando el balcón puedo recoger el tarro con su fruto. Recupero el aliento, el corazón se tranquiliza y tomo la palta en mis manos. La siento blanda, pasada y me imagino su carne negruzca e incomible. Bueno, ya comprendo por que el Pocholo la dejo colgando, La suelto y le deseo buena suerte. ¡Guacamole con Hormigas! Enero 2023 Post Covid y Tiempo de La gripe. J.Carras return -->